jueves, 21 de enero de 2010

El ordenador desaparecido.


Y por fin estoy de vuelta. Tal vez os hayáis preguntado por qué Leonardo, que sigue robando libros no los pone en la web para salvarlos de los ratones de biblioteca. Pues bien, eso es lo que os quiero explicar hoy.

Casi habían terminado las vacaciones de navidad pero aún quedaba lo mejor. Era la noche de reyes. Yo estaba nervioso porque les había pedido en mi carta un libro muy especial y no sabía si mis actividades como ladrón de libros, a pesar de perseguir el bien, influirían en la decisión de los tres reyes magos a la hora de traerme mi regalo. En lo más oscuro, en lo más silencioso de la madrugada, mientras yo daba vueltas en mi cama sin poder dormir, se escuchó un ruido sospechoso. Venía de la biblioteca. Me levanté de un salto, cogí mi linterna y mi palo de ahuyentar ratones y silencioso como un gato me dirigí hacia allí. Todo estaba en calma. La luz de la luna se filtraba por los ventanales iluminando las estanterías llenas de libros y mi escritorio que estaba vacío... ¿Vacío? -me dije-. Los ratones de biblioteca habían vuelto a actuar: habían robado mi ordenador.

Sin mi ordenador, los libros que robo nunca más volverían a estar a salvo. No podría escanearlos, ni subirlos a la página, y en cualquier descuido los ratones los podrían robar y destruír. Así que me puse a investigar. Encendí las luces y eso me permitió ver que había una nota en mi escritorio. Era un papel amarillento y pringoso con un mensaje escrito con letras torcidas y feas. Decía así: “No bolberas a ber tu hordenador mardito gato. Los livros no estaran ha salbo de nosotros nunca mas. Firmado LN y DD”. LN y DD solo podían ser Lenguanegra y Dienteduro, los ratones de biblioteca más terribles y malvados que han existido nunca. Lenguanegra, que es el cerebro de la banda, es el más voraz; se cuenta de él que en una sola tarde se comió un Quijote de más de mil páginas enterito sin dejar ni siquiera el índice. Su voracidad es tal, que su lengua se ha vuelto negra de la tinta de tantos libros como ha destruído. Si Lenguanegra es el cerebro, Dienteduro es el músculo de la banda. Mucho más grande que un ratón normal (al parecer hay algún troll entre sus antepasados), es un grandísimo zoquete pero aún así peligrosísimo: su fuerza es tal y sus dientes tan afilados que una vez consiguió comerse un antiguo libro egipcio... que estaba escrito en piedra. Me enfrentaba a enemigos peligrosos pero aún así no podía rendirme. Debía recuperar mi ordenador, pero ¿por dónde empezar a buscar?

Hace tiempo leí un libro cuyo protagonista era un detective llamado Sherlock Holmes. Este detective, fijándose en las pistas más pequeñas era capaz de descubrir a los más inteligentes criminales; así que decidí actuar como este maravilloso detective y ponerme a buscar pistas. El escritorio, que me había parecido completamente vacío al primer vistazo no lo estaba del todo. Al parecer los ratones no tenían las patas limpias cuando subieron a coger el ordenador y había unas leves pisadas, manchas de lo que parecía barro pero que era de color azul ¿barro azul? -me dije- esto es una pista. Y no solo eso, debajo de la nota había una pequeña astilla de madera roída, seguramente por Dienteduro, que cuando no tiene libros a mano mordisquea cualquier cosa. La madera no era de mi escritorio y tenía un olor que no lograba identificar. Barro azul y madera aromática. Estaba atascado y no sabía por dónde seguir, así que decidí pedir ayuda a un viejo amigo que es también un gran aventurero y un viajero incansable que conoce al dedillo los lugares más secretos e inaccesibles. Y tuve suerte. Afortunadamente mi amigo aventurero sabía dónde encontrar el barro azul y la madera olorosa. La Montaña Lejana, me dijo sin dudarlo ni un segundo. La Montaña Lejana es el único lugar del mundo donde crecen los cedros perfumados, pues de cedro perfumado era la madera que había dejado olvidada Dienteduro. En cuanto al barro azul, en lo alto de la montaña hay una cueva oscura y misteriosa. Dentro de esa cueva, si logramos esquivar sus mil peligros, llegaremos a un gran lago subterráneo llamado Lago del Lodo Azul, y su nombre se debe al color del cieno que cubre sus orillas. En esa cueva debían tener su guarida secreta Lenguanegra y Dienteduro y allí tendrían mi ordenador, así que me puse en camino.

Mi amigo aventurero me proporcionó un mapa y una brújula especial y unos días después llegué a la Montaña Lejana -que aunque se llama así no queda muy lejos de mi casa- y encontré la cueva secreta. Antes de adentrarme en la cueva, y para no perderme até un hilo resistente a un cedro perfumado que crece junto a la entrada y por fín llegué al Lago del Lodo Azul. Las pisadas de Lenguanegra y Dienteduro estaban por todas partes y al poco los escuché reír y comentar: ese maldito gato no nos encontrará ni aunque busque cien años; no volverá a ver su ordenador y los libros que escriben los niños nunca volverán a estar a salvo. Yo me acerqué guiado por el sonido desagradable de sus vocecillas chillonas, mientras preparaba mi terrible vara de ahuyentar ratones, y cuando estuve cerca salté justo delante de ellos que no me habían visto llegar y les dí de varazos: ¡Conque no os iba a encontrar! ¡ZAS! ¡Conque no volveré a ver mi ordenador! ¡ZAS! Al final consiguieron huír pero se fueron con el culo caliente y no creo que vuelvan a meterse conmigo en mucho tiempo. Mi ordenador estaba allí, sucio y con el teclado mordisqueado por el bruto de Dienteduro. Sin embargo todavía funciona a la perfección y la semana próxima seguiré subiendo los libros robados.

Ahora me voy a dormir porque después de tantas aventuras estoy muy cansado.

Un saludo a todos, uno especial para la seño Maite, y seguid escribiendo libros.

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